Como Alberto Fernández le confesó a Jorge Fontevecchia en la primera entrevista que le concedió a este diario, él se define como un socialdemócrata más cercano a la cultura hippie que a Las 20 verdades peronistas.
Sin embargo, a dos años y medio de gobierno, esta semana el Presidente terminó de profundizar el giro entre un primer gabinete en el que muchos compartían su perfil ideológico y cultural, y esta peronización actual.
Peronizar. A diferencia de aquel gabinete inicial, éste tiene como jefe de ministros a un caudillo típico del peronismo del interior, como Juan Manzur. También se sumaron Julián Domínguez, Aníbal Fernández, Daniel Filmus y, ahora, Daniel Scioli. Además del regreso de Agustín Rossi. Peronistas todos que, a diferencia del jefe de Estado y de otros funcionarios que ya no están, sí asumen como propias Las 20 verdades. Lo mismo que los ex intendentes Zabaleta, Katopodis y Ferraresi, un peronista enfrentado con La Cámpora.
A un año de la próxima campaña, el Presidente no solo está pensando en cómo sobrevivir al fuego amigo y mejorar su gestión, sino en su futuro político. Parece convencido de que rodearse de peronistas es más seguro que hacerlo con los seguidores de su vicepresidenta.
Según reveló la última tapa de la revista Noticias, él y Scioli llegaron a un acuerdo de palabra por el cual, si el Presidente se presentara en 2023, el ex gobernador lo apoyaría; mientras que, si Alberto desistiera porque no estuvieran dadas las condiciones, entonces le daría el apoyo a su nuevo ministro.
Se sabe que en política todo pueda cambiar mañana, pero los últimos movimientos generaron expectativas en el peronismo no cristinista. ¿Tendría un peronista la posibilidad de asumir en 2023 si AF no tuviera chances de ser reelecto?
Hoy Alberto Fernández dice seguir convencido de que gobernará hasta 2027. Se imagina una campaña en la que podría decir que, aun atravesando una pandemia y una guerra en Europa, su administración terminará con un PBI que habrá crecido casi 10 puntos (unos 5 puntos este año y algo menos el que viene, prevé).
Lo comparará explícitamente con la caída de más de 4 puntos de Macri e, implícitamente, con el PBI del segundo mandato de Cristina, que apenas superó el 0% promedio por año.
Macri: contrincante ideal. En el Gobierno dan por hecho que Mauricio Macri presentará candidatura. Dicen que es información que proviene del entorno íntimo del ex presidente. Pero es más una expresión de deseos.
Creen que, contra él, la actual gestión luciría mejor: proyectan un escenario 2023 en el que mostrarían índices de pobreza, desocupación y crecimiento, que los beneficiaría en la comparación con 2019.
Compita Macri o no, es de esperar una satanización de su figura que será similar a la que, desde la oposición, seguirán haciendo de Cristina Kirchner. La intención es que, aunque ellos no se presenten, su mala imagen derrame hacia el “neoliberalismo salvaje” de algún candidato opositor, y el “populismo corrupto” de cualquier candidato oficialista.
¿Y la inflación?
Es la pregunta más compleja y de cuya resolución dependerá cualquier elucubración política.
Difícil que otros eventuales índices positivos logren disimular el aumento del costo de vida (que este año no bajará del 60%), si no se llega a los próximos comicios con una desaceleración notoria de los precios.
Planes. La reelección sigue siendo el Plan A del Presidente, afirman en su entorno. Pero ya sin repetir la fórmula con Cristina Kirchner. Y no por una cuestión de principios inclaudicables, sino porque consideran que el truco de la fórmula “un moderado como Alberto más Cristina” ya habrá demostrado que no funciona.
En el oficialismo están los que no creen que haya espacio para un Plan B (“Si Alberto no es competitivo, entonces arrastrará al resto.”) y los que creen que sí.
Conservan la utopía de que, aun llegando a las elecciones con una imagen desgastada del Presidente, si la inflación descendiera y la recuperación se hiciera evidente, entonces podría aparecer un heredero suyo como sucesor.
Electoralmente hablando, le suman al sueño 2023 la inauguración del gasoducto de Vaca Muerta como clave energética y las cifras récords del campo.
Su plan B es un Scioli, un Massa o un gobernador que transmita un peronismo dialoguista y menos confrontativo que el de CFK. Además, suponen que un sucesor con esas características le daría previsibilidad al futuro personal, judicial y político de Alberto Fernández.
Venganzas y fórmulas. Piensan bien si lo que están pensando es que, de tener la oportunidad, habría dentro del FdT quienes busquen vengarse de él por considerarlo un “okupa” .
Por lo pronto, Scioli actuará como una suerte de vocero informal del Gobierno que intentará “desestresar los conflictos” internos y aportarle un poco de optimismo a la gestión.
Un ministro de las “buenas noticias” que mostrará obras, anuncios de obras y anuncios de anuncios de obras.
En el reportaje largo de hoy, el ministro tuvo la picardía de recordar que en 2015 le había propuesto a Cristina que fuera Wado de Pedro quien lo acompañara en la fórmula. Un anticipo de lo que Scioli podría pretender.
En el mientras tanto, la peronización del Gobierno es el camino elegido por el Presidente, ya sea para buscar la reelección o para garantizar su futuro. En ambos casos, su principal hipótesis es que iría a unas PASO.
Alrededor de la vicepresidenta dicen ser conscientes de esta jugada, pero entienden que el peronismo “no es tan anticristinista como algunos piensan”. Sostienen que, ejemplo de eso, son los partidos justicialistas que ya comandan, como los de la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires, Mendoza, Chaco o Río Negro.
Ellos no están tan seguros de que habrá PASO: creen que todavía puede aparecer una fórmula que integre a los distintos sectores, encabezada por alguien “que encarne las mejores intenciones de este Gobierno y no sus peores resultados”. Igual, las mayores expectativas del cristinismo no parecen estar puestas en las elecciones nacionales, sino en atrincherarse en territorio bonaerense.
La única verdad... electoral. El internismo oficialista sigue transmitiendo inquietud en el peronismo.
En ese contexto hay que leer el lanzamiento de la nueva liga de gobernadores, peronistas. Si bien los títulos periodísticos se centraron en el impulso para ampliar la Corte y debatir la distribución de recursos federales con la ciudad que gestiona Rodríguez Larreta, de lo que se habló en sucesivas reuniones fue en cómo posicionarse internamente ante las próximas elecciones. Y en quiénes y cuándo anunciarán adelantos electorales para separarse de la suerte del Ejecutivo nacional.
Lo curioso es que entre los gobernadores se repitió la misma contradictoria sensación que hace dos semanas rondó el evento de AEA. A la par de una perspectiva oscura sobre el presente y el futuro inmediato, también hubo coincidencias en que en la mayoría de las provincias se nota cierta recuperación económica. Incluso en medio de la persistente inflación, las trabas para importar y la falta de gasoil.
¿Cuál es el país verdadero?
Los herederos de Perón repetirán, como él, la aristótelica sentencia de que la única verdad es la realidad.
Pero en términos electorales, la única verdad es la realidad que la mayoría percibe a la hora de votar.