domingo, 18 de junio de 2017

Malditos peronistas



En esta época del año, los peronistas se encuentran en plena etapa de reproducción. La ciencia demostró que este comportamiento no guarda relación con los primeros fríos invernales, sino con la excitación que les produce el ciclo bianual de las elecciones. En eso el General tenía razón, constituyen un tipo similar a los felinos: parece que se están peleando cuando se los oye gritar, pero en realidad hacen lo que deben para preservar la especie.
  El Ser peronista es una incógnita para el mundo y para los propios argentinos. El justicialismo es la mayor fuerza política desde hace setenta años. Llegó a la Casa Rosada en 1946 sin saber que era peronista, con la inspiración de un militar surgido de un golpe. Se convirtió en partido en el poder, en medio de la posguerra, de un gobierno con abundantes recursos económicos y un Estado de bienestar que dio futuro a los más humildes y el voto a las mujeres.
Desde entonces, representó la alianza socioeconómica entre la mayoría de la clase trabajadora y sectores altos de la sociedad (industriales, agropecuarios o financieros, según el momento histórico), a la cual se sumaron espasmódicamente estratos medios, como cierta pequeña burguesía durante los años 70 o el kirchnerismo.
Soportó persecuciones, golpes militares, mudanzas ideológicas y fracasos de gestión. Cuenta en su haber con un presidente exiliado (Perón), otro preso (Menem) y una multiprocesada (Cristina). Ganó infinidad de elecciones y perdió tres para presidente (contra Alfonsín, De la Rúa y Macri). Ahora es oposición, un estadio que suele estresar y angustiar a los peronistas.

El eterno retorno. Si no fuera por que el peronismo es de por sí cinematográfico, la escena de la última semana habría llamado más la atención: un peronista como Alberto Fernández en conferencia presentando los avales de un candidato peronista como Florencio Randazzo para competir en territorio bonaerense contra una peronista como Cristina Kirchner y otro peronista como Sergio Massa, con quien hasta hace poco Fernández hacía campaña.

Estamos tan anestesiados de peronismo que quizá se pasen por alto detalles que a un extranjero le sonarían increíbles. Como que todos ellos formaron parte del mismo gobierno, un kirchnerismo al que defendieron con uñas afiladas.

Alberto F. es el vértice perfecto de esta extraña diáspora. Fue jefe de Gabinete de los dos Kirchner. Lo fue cuando Cristina era presidenta, Randazzo ministro y Massa titular de la Anses. El propio Massa luego sucedió a Alberto F. en el cargo.

Una presidenta, dos jefes de ministros, un ministro de Interior que luego sumó Transporte. No eran personajes secundarios. Fueron parte esencial del fenómeno K y responsables, necesariamente, de sus éxitos y desbandes. Lo fueron por los altos cargos que ocuparon, pero también por el grado de exposición mediática que tuvieron y por la vehemencia con la que defendieron a esos gobiernos. Una vehemencia que en algunos casos alcanzó un peligroso nivel de agresividad con quienes pensaban distinto. 

Mientras estuvieron unidos en el poder nunca se los escuchó críticos. Ninguno denunció casos de corrupción, no vieron algo sospechoso, una comisión en una obra pública, un bolso con pesos, un Jaime, Cristóbal, Lázaro, ni un José López. Fueron furibundos defensores cuando medios como este diario o la revista Noticias denunciaban lo que en la actualidad todos dan por cierto, incluso ellos, incluso Cristina en el caso de López.

El escritor Dalmiro Sáenz (“un peronista desde la razón, no desde el corazón”, se definía) describía al peronismo como intrínsecamente traidor. Lo decía como elogio, como parte de la evolución de esa especie.

Alberto F., por ejemplo, estaría guiado por ese gen. Cuando se fue del gobierno se convirtió en un duro opositor. Luego se alió con Massa (quien también se convirtió en un duro opositor) y más recientemente con Randazzo (otro nuevo duro opositor), a quien fantasea unir con Massa. Algunos kirchneristas aseguran que también quisiera unirlos a ellos, y que todo vuelva a ser como antes, sin rencores ni facturas.

El cristinismo no ve mal esa idea, pero la considera difícil de digerir para los propios Massa y Randazzo tras los esfuerzos por separarse de su ex jefa. Tampoco ellos aceptarían una alianza: el primero ya avanzó demasiado en su armado con Stolbizer y el segundo entiende que perdería la diferenciación que logró como el único que se atreve a competir con Cristina en las PASO.

60% peronismo. Hay cuatro encuestadores que ya sondean resultados provinciales (M&F, González-Valladares, Analogías y Haime). Según ellos, la diáspora K conseguiría un 60% de votos. En algunas encuestas gana Massa, en otras Cristina. Randazzo obtendría entre 5 y 10%. Ninguna de las cuatro da ganador a los eventuales postulantes oficialistas (Esteban Bullrich y Gladys González).

Sea el 60%, o puntos más o menos, la cifra impacta si se ve como lo que es: la suma de candidatos surgidos del boom kirchnerista. La imagen de aquellas gestiones hoy no parece la mejor, según los propios encuestadores. Tampoco lo es la imagen que reflejan a diario la mayoría de los medios. 

Es cierto que los peronistas son expertos en el arte de la reproducción y en cambiar de piel para parecer otros, pero también es cierto que tras dos gestiones K, en 2011, un 54% de la sociedad vio aspectos buenos en Cristina para votar un tercer mandato kirchnerista. Algo hay en la forma de gestión del peronismo, en su relato, en sus resultados, que hace que el contrarrelato del latrocinio estructural y de la ineficacia económica no terminen de cuajar a fondo en grandes sectores sociales.

Eso parece tan así, como que hay otro amplio porcentaje de argentinos (¿el restante 40%?) que, incluso más allá de los Kirchner –aunque especialmente a partir de ellos– siente un rechazo atávico hacia el voto peronista. Estos son los que le interesan al Gobierno.

La mesa chica macrista cree que ese 60% peronista puede decir mucho sobre la sociedad, pero en cuanto a esta elección clave, lo que le importa no es la suma total, sino la dispersión. Estiman/desean que CFK no compita con Randazzo en las PASO, y que vayan con dos fórmulas distintas (o sea, uno de ellos por fuera del PJ): “Randazzo le sacaría votos a Cristina y Massa más a Cristina que a nosotros”, se ilusionan. 

Señalan que es prematuro hablar de intención de voto, por eso sus investigaciones todavía se centran en sondear las imágenes de los potenciales candidatos, propios y ajenos. Con todo, los encuestadores oficiales afirman que Cambiemos aparece por arriba de Cristina, y Cristina por arriba del resto: “Lo único que nos complicaría –sostiene uno de los ideólogos de la campaña– sería que Cristina vaya presa. Con ella en prisión, sería más difícil ganar”.

La escuela duranbarbista sostiene que la influencia de las ideologías y de los partidos argentinos desapareció. Y que sólo una pequeña proporción aún se reconoce peronista. Por las dudas, Macri no deja de mencionar a Perón cada vez que puede. Esta semana lo trató de “sabio” y hasta se mostró compungido con su muerte: “Tuvimos mala suerte con su salud”. 
Setenta años después, algunos pueden decir que los peronistas ya no existen. Pero que los hay los hay.

domingo, 26 de marzo de 2017

Argentinitis: la extracción de las piedras de la locura

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La extracción de la piedra de la locura, de El Bosco, es una de las pinturas más famosas del Museo del Prado. En ella se ve a un falso médico curar a un paciente de una supuesta demencia, haciendo que extrae de su cerebro una piedra que nunca estuvo allí. La de El Bosco es la más célebre de las tantas versiones pictóricas que tuvo la leyenda que describe la inocencia de unos y la charlatanería de otros.
Pero es cierto que los charlatanes suelen aparecer cuando los caminos de la razón no dan resultado. Y el problema de fondo que tiene el paciente del cuadro es la locura, o lo que en el 1500 se entendía como tal.
Los argentinos padecemos de una enfermedad que sufre la mayoría, pero especialmente el 33% pobre del país: la parálisis de los circuitos productivos de los últimos años. Nada nuevo. Hace más de cuatro décadas que los índices de pobreza no bajan del 25%. El kirchnerismo entregó el poder con el 29%. También en estas décadas se originó un nuevo sector social que hasta los 70 era tan insignificante que ni el liberalismo ni el marxismo se dignaron a estudiarlo demasiado: los marginales, una masa creciente de personas excluidas del mundo laboral que convive entre el delito, la droga y la miseria extrema.
Argentinitis es la extraña enfermedad de un pobre país rico para la cual la medicina tradicional no encuentra una cura definitiva.
Es esa desesperante contradicción entre la potencialidad de una nación y su dramática realidad la que propicia el curanderismo de relatos que aparentan ser de fondo y no tienen más de un centímetro de espesor. Luce como buceo de aguas profundas y es snorkel.
En los últimos días los falsos médicos nos tuvieron en vilo con debates que de su resolución parecería depender la extirpación del mal, pero en realidad son piedras de sus juegos de manos. El espectáculo interminable de las transmisiones en directo de piquetes y marchas de protesta, las novedades cotidianas sobre qué tan cerca están la prisión de Cristina o el acuerdo docente, el parte diario de Carrió sobre la ética de funcionarios y opositores, la guerra de actores K y anti K, el trascendente almuerzo de Mirtha Legrand con Macri y hasta el rumor de que alguien ya vio un helicóptero sobrevolando la Casa Rosada.
Imagínense que de cada uno de estos temas se pueden hacer, y se hicieron, más de veinte notas interesantísimas. Una fiesta para los periodistas si no fuera que vivimos acá.
La Argentina se convirtió en otra obra de El Bosco, su Jardín de las delicias, un espectáculo típico de sus escenas descabelladas con legisladores, jueces, vecinos,celebridades, piqueteros, empresarios, sindicalistas, intelectuales y algún que otro animal mitológico, transformados en panelistas de un Intratables nacional repetitivo y superficial.
Porque cuando una de cada tres personas está por debajo de la línea de pobreza y los engranajes de la economía no terminan de arrancar, podemos seguir hablando sin parar de los síntomas, pero curar la enfermedad es otra cosa.
La enfermedad son las crisis recurrentes y extremas de la Argentina. El enigma médico es cómo terminar con ellas.
Este gobierno apostó a que la primera medicina a probar se llama ajuste. Tener la prioridad de ordenar las cuentas públicas en medio de una recesión no es estrictamente lo que Keynes le receta al capitalismo, aunque sí suele ser el único camino que tienen las empresas privadas para no quebrar. Resulta lógico que viniendo de ese mundo, quienes conducen el país piensen que lo que funciona en un lado debería servir en el otro.
¿Tendrán razón y éste es el camino correcto? ¿Dejar que el mercado decante las industrias que no funcionan? ¿Abrir las importaciones para beneficiar a los consumidores y bajar los precios, aún a riesgo de perder a otros consumidores por el cierre de empresas que no logran competir? ¿Haber apostado al campo como primer motor del derrame económico derivando hacia allí miles de millones que generan brotes verdes, pero por ahora empeoran los resultados fiscales? ¿Multiplicar el endeudamiento nacional, una herramienta natural y keynesiana, pero capaz de hipotecar el futuro si se la usa para saldar cuentas corrientes? ¿Mantener altas tasas de referencia que intentan pisar la inflación, pero que relentizan la recuperación?
Habría que desconfiar de los que tienen respuestas asertivas y totales para cada pregunta, en especial tratándose de la economía, una ciencia tan endeble como la medicina. Pero es de la resolución de esos problemas de la que depende esta cura.
El Gobierno está convencido de que no sólo aplica la medicina justa, sino que esto significará el nacimiento de un desarrollo económico sustentable.

La idea no estaría dando el efecto buscado, aunque la mayoría cruza los dedos y toca madera a la espera de que este cirujano nos cure para siempre de esta argentinitis aguda que nos vuelve locos.

domingo, 19 de febrero de 2017

Macri: marketing anti Franco y los límites de la realidad


Cuando hace 15 años Mauricio Macri decidió lanzarse a la carrera política, supo que su principal escollo no era convencer a los argentinos sobre lo bien que podía hacerlo, sino de que era diferente a su padre, a pesar de llevar el mismo apellido.
Es que ese padre carga en sus espaldas con culpas propias, vinculadas con un crecimiento económico siempre ligado al poder de turno, en especial al menemismo; con la baja estima que en este país tienen los ricos en general y los empresarios en particular; y con su histórica alta exposición mediática a raíz de su buena vida y de sus jóvenes parejas.
Ya las primeras encuestas le marcaban eso a Mauricio: ser un Macri en la Argentina parecía un escollo insalvable para ser votado por una mayoría.
Al empezar a trabajar con él, una de las máximas preocupaciones de Jaime Durán Barba era la alta imagen negativa que tenía el pichón de candidato. El apellido era sin dudas un problema, pero tenían a favor que el vínculo entre padre e hijo nunca fue excelente. Mantenían sí el amor inquebrantable de la relación y los negocios que volvieron ricos a ambos.
Pero los celos absurdos, la lucha de egos y las denuncias cruzadas (de Franco acusando a su hijo de pretender quedarse con la empresa, de Mauricio diciendo que su padre jamás le permitió crecer dentro del grupo) la tornaron conflictiva.
Eso, que para padre e hijo resultaba un trauma, para sus consultores era una bendición. No sólo nunca intentaron encubrir esa tirantez, sino que celebraban hacerla público. Pero sólo la tirantez, no los negocios en común.
A tal punto eso fue así, que se exageró cuanto se pudo la disfuncionalidad parental. Durante el kirchnerismo, Franco se cansó de hablar maravillas de los Kirchner (no le costaba demasiado, porque siempre dijo que los empresarios deben ser oficialistas). Incluso llegó a afirmar que no le gustaba que su hijo fuera presidente y que, en cambio, se imaginaba un país gobernado por La Cámpora.
Cuanto más crecía la percepción mediática de que los dos Macri eran bien distintos, más subía la imagen positiva del candidato.En cada campaña, Mauricio perdía su apellido en los carteles y en los actos, para alejarse de la marca de fábrica y para alivianar su imagen de empresario conservador (en la misma dirección, se sacaría los bigotes y la corbata). Lo único que importaba era convencer a todos de que la relación entre padre e hijo, no era mala, sino peor. Y que no compartían ni ideología ni riqueza.
Difícil saber qué tan sinceros fueron y son esos enfrentamientos, pero lo cierto es que le fueron funcionales al ascenso político de Mauricio Macri y nunca inhabilitaron sus partidas de bridge ni el cariño inalterable entre ambos.
Los K se dieron cuenta de la estrategia e intentaron imponer la idea de que “Mauricio es Macri”, pero su propia credibilidad no se los permitió. Y Mauricio, que es Macri por supuesto, llegó a la presidencia de la Nación como si no lo fuera.
Pero como al príncipe Hamlet, el fantasma del padre de Mauricio también se le viene apareciendo desde que está en la Casa Rosada. Primero fue con los Panamá Papers. Ahora con el acuerdo económico entre su gobierno y el ex Correo ArgentinoEra inevitable que eso sucediera y es seguro que volverá a ocurrir.
El desafío ya no será convencer a la sociedad de lo distinto que son padre e hijo, sino responder a cada sospecha con las pruebas que acrediten que ni la familiaridad ni los negocios tornan incompatibles sus actos de gobierno.

sábado, 28 de enero de 2017

Alfredo Yabrán: una investigación solitaria



Siempre se dice que cuando NOTICIAS comenzó a investigar a Yabrán en 1991, nadie lo conocía.
Bueno, eso no es cierto.
Alfredo Yabrán era un nombre bien conocido por los distintos gobiernos que se sucedieron en la Argentina desde la dictadura militar de 1976, el radicalismo de Raúl Alfonsín y el peronismo de Carlos Menem. Todos ellos intentaron interceder por él cuando iniciamos las primeras averiguaciones desde esta redacción.
También los jefes de la Iglesia Católica lo conocían bien: la primera vez que lo entrevistamos en off the record nos recibió, junto a la directora de NOTICIAS de aquel entonces, Teresa Pacitti, en una sede eclesiástica rodeado de banderas vaticanas.
Y los medios también sabían de él. Sólo que evitaban escribir lo que sabían: un chiste de la época decía que si en las computadoras de un importante diario se escribía la palabra Yabrán, el sistema lo borraba automáticamente. Fantasías.
Aunque es cierto que si un equipo de tres periodistas que integrábamos con Alfredo Gutiérrez y Fernando Amato pudo en aquel 1991 empezar a desenredar la madeja de sociedades ocultas, dinero en negro, acuerdos políticos y aprietes a los competidores, cómo no lo iban a hacer mejor que nosotros redacciones diez veces más grandes. Si en aquella primera nota se pudieron conseguir imágenes bastante actualizadas de él, por qué se tardarían cuatro años más en obtener una imagen nueva de Yabrán mirando los fuegos artificiales que él había pagado en las playas de Pinamar. Fue en 1995 y el fotógrafo que logró la toma fue Patricio Haimovich. Un fotógrafo de NOTICIAS, no de otro medio.
Y fue desde esta misma revista, con la cámara de José Luis Cabezas y la investigación de Gabriel Michi, que se lo fotografió una vez más en el verano de 1996.
En todos esos años en los que se avanzó con decenas de notas y tapas en revelar la trama de complicidades económicas y políticas de esa red mafiosa, sufrimos disparos, amenazas y la peor de las tragedias, pero nunca corrimos el riesgo de que otros medios se nos adelantaran con sus investigaciones. Lo entrevisté tres veces a Yabrán, me lo repetía siempre: “Si a nadie le importo yo, por qué soy tan importante para ustedes”. Y otra vez fue más directo: “Nadie tiene una foto mía. Sacarme una foto es como pegarme un tiro acá”, mientras se señalaba la frente.
De verdad nos sentimos muy solos.
Todo eso cambió después del asesinato de José Luis. Políticos, jueces, empresarios y dirigentes sociales se acercaron a brindarnos su consuelo. Nos vino muy bien. Y fue esencial el apoyo de nuestros colegas y el espacio que todos los medios le dieron al crimen, desde el primer día y hasta el fallo que condenó a los asesinos.
Gracias a ellos y a la presión social que se generó durante años en las calles de todo el país con las marchas y la imagen de los ojos de Cabezas repetida hasta en el último rincón, se pudo llegar a la verdad y marcó un límite futuro para ese tipo de violencia.
Pero hay una pregunta dolorosa que desde hace 20 años nos repetimos en silencio. Ya se la deben imaginar. Qué habría ocurrido si en lugar de unos tipos solos con recursos limitados, hubiera sido el poder del Estado, de la Justicia y la observación crítica de los medios los que pusieran en la mira desde el principio a Alfredo Yabrán.
¿Hubiera sido otra la historia?
La sola posibilidad de que la respuesta fuera sí, nos confronta no con políticos, dirigentes, jueces y colegas, sino con nosotros mismos, con esa capacidad que tuvimos, volveríamos a tener y tenemos hoy, de mirar hacia otro lado. Hasta que es demasiado tarde.    

sábado, 14 de enero de 2017

Se lanza la Diplomatura en Periodismo Científico

excelencia. La Universidad Favaloro es una institución académica que realiza grandes aportes a la investigación científica y, junto a Perfil, creó esta diplomatura.
La Diplomatura en Periodismo Científico que estamos presentando es la primera experiencia de su tipo en la Argentina y es el fruto de un trabajo de dos años realizado en conjunto por Universidad Favaloro y Editorial Perfil.Esta diplomatura nació con el objetivo de mejorar la calidad del periodismo científico en la Argentina y fue posible gracias al impulso de quienes hoy integran el Comité Académico de esta nueva propuesta educativa: el doctor Facundo Manes, rector de la Universidad Favaloro; la doctora Liliana Favaloro, presidenta de la Fundación Favaloro, y el periodista Jorge Fontevecchia, presidente y CEO de Perfil Network.
Los medios de Editorial Perfil, principalmente hablamos del diario PERFIL y de la revista Noticias, son las únicas publicaciones periodísticas de la Argentina, con alcance nacional, que mantienen secciones dedicadas a la ciencia y la tecnología en un diario y una revista de actualidad. Mientras que la Universidad Favaloro es una de las instituciones más reconocidas en la formación profesional científica de todo el país.
El objetivo de la Diplomatura en Periodismo Científico Perfil-Favaloro es profesionalizar esta rama del periodismo para mejorar el nivel de producción de los temas científicos y su divulgación periodística, a la vez que pretendemos mejorar la formación de periodistas especializados en esta temática y ayudar a los profesionales de la salud a entender el funcionamiento de los medios y de la prensa.
La Diplomatura en Periodismo Científico está destinada a graduados de todas las carreras, periodistas, médicos, psicólogos y otros profesionales universitarios de la salud. También está abierta a a los egresados de institutos terciarios de Periodismo. El posgrado comenzará en abril de 2017 y el cuerpo docente estará integrado por médicos y especialistas de la Universidad Favaloro, periodistas y editores de los medios de Editorial Perfil y figuras de fuerte renombre en el mundo periodístico y científico que se sumarán a este ambicioso proyecto.

Reclaman no discriminar con avisos oficiales y formar una comisión investigadora



Después de semanas de convocatoria a medios, asociaciones y periodistas de todo el país, este miércoles concluyeron en el Senado los encuentros previos a la elaboración de un proyecto para legislar el uso de la publicidad oficial.
Le tocó a Gustavo González, director periodístico de Editorial Perfil, cerrar la lista de oradores en un colmado Salón de las Provincias: “Para todos los periodistas es importante esta convocatoria, pero para quienes trabajamos en Editorial Perfil simboliza un reconocimiento a haber soportado trece años de un acoso despiadado. A diferencia de los ataques recibidos desde otras administraciones anteriores, el kirchnerismo se especializó en usar el dinero que no le pertenecía a través de la publicidad oficial para intentar destruir a quienes no pensaban igual. Perfil tuvo el extraño privilegio de haber sido atacado con esa metodología desde el primero y hasta el último día de esa gestión”.
González, que dirigió la revista Noticias desde la asunción de Néstor Kirchner hasta enero de 2011, recordó que fue por recomendación de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) que la editorial decidió iniciarle un juicio al Estado por discriminación y que recién en 2014, casi cuatro años después de que la Corte Suprema se expidiera a su favor, recibió el primer aviso oficial: uno pequeño destinado a difamar a la editorial. “Cuando iniciamos ese reclamo sabíamos que el castigo iba a ser peor, pero teníamos el sueño de que algún día un fallo favorable pudiera sentar jurisprudencia para otros medios y que el Congreso de la Nación tomara nuestro caso para legislar hacia delante e impedir que otros vuelvan a pasar por lo que nosotros y otros medios debimos atravesar”.
González instó a que el proyecto que finalmente se convierta en ley impida el uso de la publicidad oficial para otro uso que no sea el de comunicar actos de gobierno y para que se castiguen los intentos porque esos fondos vuelvan a ser usados como premio y castigo. Pidió que el reparto de esos avisos siga criterios razonables que consideren la importancia, trayectoria y alcance de los medios, como así también la cantidad de empleo que cada uno de ellos genera (“evitando que se vuelvan a inventar sellos de goma cuyo único fin era traficar este tipo de publicidad”). Pero señaló que esa distribución debe ser implementada con el cuidado de que no sea utilizada ni para incentivar la supremacía de algunos ni para despreciar el alcance de medios más pequeños que puedan representar intereses específicos a tener en cuenta.
Al concluir, el periodista de Perfil exhortó a que se forme una comisión investigadora para revisar “el accionar de funcionarios y supuestos empresarios que constituyeron esa suerte de asociación ilícita en torno a la publicidad oficial” durante el kirchnerismo. Tanto la senadora Teresita Luna (FPV) como el senador Marino, se mostraron favorables a esa investigación.